Como y cuando contarles a tus hijos que tienes un cáncer de mama
Para aliviar un poco la angustia que supone sufrir un cáncer de mama, en este articulo se analiza cómo comunicar la noticia a los niños, de la mano de una psicooncóloga, una oncóloga y tres pacientes que son ejemplo de fortaleza.
¿Es necesario contárselo a los niños?
Los expertos coinciden en que sí. La psicooncóloga Fátima Castaño, de la Fundación Tejerina y de Quálita Psicología, nos explica por qué. “Normalizar el proceso de enfermedad, decirles a los niños que forma parte de la vida, que la tristeza es una emoción válida, pero que también se puede manejar, pueden ser ventajas de hablar de cáncer de mama”. Convencida de que los niños son resilientes y se adaptan a todo, “la clave está en cómo comunicar, adaptando bien el mensaje y el lenguaje a la edad de cada niño y a su capacidad de comprensión”. Y añade que “es preciso conocer las creencias que tienen los niños sobre la enfermedad con preguntas abiertas (‘¿qué sabes sobre esto?’; ‘¿qué quieres saber?’; ‘¿qué te preocupa?’). Podemos aprovechar y desterrar algunos mitos, pero sin crear falsas esperanzas”, aclara. “Por último, les hacemos un favor a las pacientes del futuro, porque estaremos abriendo el tema a la sociedad”, concluye.
¿Cuándo es el mejor momento?
Nadie quisiera pasar por esta tesitura, pero llegado a este punto, conviene respetar los ritmos de cada uno: de madres, padres, familia, pero, sobre todo, de los niños. “Lo primero es digerir bien la noticia y que los adultos asimilen lo que está pasando”, sugiere Fátima. “Lo segundo, obtener información fehaciente. Solo así se puede elaborar un mensaje para comunicar”. El momento idóneo es uno en el que padres y niños estén relajados, “quizá cuando estén jugando o tumbados en el sofá”. ¿A qué edad? Depende, pero se puede empezar a contar cuando los niños tengan noción de lo que es ponerse enfermo. “A los 2 años ya manejan palabras como ‘médico’ o ‘ponerse malito’; a partir de los 6 u 8 años, ya les es familiar la enfermedad como tal”. Rebeca Guarddon, a quien diagnosticaron cáncer de mama justo dos días después de celebrar su fiesta de 40 años, casi no tuvo que pronunciar la palabra cáncer: su peque de 2, no veía la gravedad. Como no vio grandes cambios en su mamá, por lo que asumió que solo se trataba de una cosa pasajera, como a veces le pasaba a ella. Rebeca, asegura, eso sí, que no fue necesario plantear el tema, pero que se lo contará cuando sea mayor.
¿Cuánta información conviene comunicar?
“Hay que contar lo que se sabe y lo que los niños quieran conocer”, recomienda la psicooncóloga. “No hay que adelantar información que no se conoce, ni sobreinformar; tampoco es necesario dar toda la información de una vez. Es preferible dosificar y comunicar progresivamente. La idea es ser sinceros, directos y abiertos a las preguntas de los niños, pero sin alarmarles”, señala.
¿Cómo se pone el tema sobre la mesa?
Planificar bien la conversación. “Tranquilizarse, la información no tiene que ser dañina”, matiza Fátima Castaño. Es importante tener claro lo que se va a decir y cuándo.
Usar un lenguaje directo. “Es mejor llamar a las cosas por su nombre, pero siempre sabiendo qué entenderá el niño. Quizá a un pequeño, la palabra cáncer no le dice nada, pero ‘un bichito que causa un desorden dentro de mamá, que solo se puede matar en el hospital’, sí. Así se lo explicó Cristina Inés Gill a su hija mayor. Su tarea fue enorme ya que no solo tuvo que explicarle acerca de su cáncer de mama (HER2 positivo), sino también sobre el cáncer infantil que habían detectado a su hermanita pequeña. Por qué a ambas se les caía el pelo, por qué iban de una quimio a otra… Los niños un poco mayores pueden comprender explicaciones sobre cómo las células, a veces, ‘no se comportan como deben’.
Hablar de los cambios físicos. Para que el niño comprenda que mamá está enferma es importante adelantarle los cambios y darle herramientas emocionales. En definitiva, marcarle una hoja de ruta, como propone la psicooncóloga. “No se trata de hacer que el niño sea un paño de lágrimas de la madre ni que este se sienta culpable, pero si la madre está un día triste, ¿por qué no aceptarlo así?”. Por eso, conviene contarle acerca de los cambios, como la pérdida de una mama, la caída del cabello o la hinchazón de un brazo. Y lo imprescindible: “mamá seguirá siendo mamá, con su esencia, sus sentimientos, con pelo o sin pelo, con pecho o sin pecho”. A veces, nos preocupamos por cosas que a los niños realmente no les importan. Esto es lo que le demostró la hija de Estefanía Soriano, diagnosticada con un cáncer de mama de alto riesgo:
-¿Por qué te pones pañuelo, mami”
-Para venirte a recoger al cole y tus amigos no se sorprendan.
-Pero si no importa; si no quieres llevarlo, quítatelo y estás mejor.
Establecer momentos de intimidad. Madre e hijo necesitan un espacio para estar juntos, hablar, jugar, reírse. Y está permitido que, de repente, mamá quiera llorar o esté triste. Estefanía cuenta que, aunque suponía un enorme esfuerzo ir a recoger a su hija al cole, era su motivación diaria. “Cuando la veía, desconectaba, jugábamos, me pintaba la calva y le sacaba brillo, me contaba los lunares y hasta apostábamos hasta qué largo me podría dejar la melena…”. Lo mismo le pasaba a Cristina, quien en su cuenta de Instagram #mamasevaalaguerra muestra cómo disfruta de cada minuto con su hija.
Hacerles partícipes. Los niños están aprendiendo de ver a sus madres luchar y superar dificultades. Por eso, Castaño recomienda no privar a los niños de esta etapa de la vida de sus madres. “Les pueden decir que les ayuden con algunas tareas de la vida cotidiana. Así, ellos tendrán el recuerdo de haber ayudado a mamá en una circunstancia difícil”, sugiere.
Mantener sus rutinas. En la medida de lo posible seguir con su cotidianeidad. Pero ¡con flexibilidad! “Sí a los límites y normas, pero adaptarse también al estado emocional del niño y dejarle un espacio de descanso, expresión, tristeza…”, recomienda Fátima.
Informar a sus tutores. Para que estén atentos a malas reacciones como irascibilidad (reflejo de la tristeza), llamadas de atención, aislamiento o mal comportamiento. Cuando los niños no quieren hablar de ello, suele ser porque no pueden gestionar el dolor. En este caso, conviene buscar ayuda especializada.
Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/10/19/mamas_papas/1539933305_110943.html
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