Primer bebe nacido por vitrificación de óvulos en Argentina
Nació con 2,450 kilos, y lo llamaron Didier Nehuen. «Didier, en galo, es el más deseado; Nehuen, en araucano, significa fuerte», cuenta el padre, Abayubá Rodríguez, de 40 años, que junto a su esposa, Graciela Amicone, de 44, lograron ser padres después de 12 años de búsqueda, en los que recurrieron a tratamientos de fertilidad asistida de todo tipo.
Fue finalmente la vitrificación, una técnica para conservar óvulos y embriones disponible en el país desde hace menos de un año, la que posibilitó la concepción de Didier, el primer bebe nacido gracias a ese método.
La vitrificación de óvulos es un sistema de congelamiento ultrarrápido ?en sólo un segundo la temperatura de la célula pasa de 37 a -196 grados?, que permite superar el principal obstáculo de las técnicas de congelamiento lento convencionales: la baja tasa de sobrevida de los óvulos.
Son muchos los usos posibles de esta técnica: originalmente, fue desarrollada para permitir a las mujeres con cáncer, y que deben ser sometidas a tratamientos oncológicos que dañan la fertilidad, conservar óvulos que les permitieran ser madres una vez superada la enfermedad.
Permite también que las mujeres que desean postergar la maternidad tengan óvulos en stand by, para cuando decidan buscar un hijo.
En el caso de Didier, optar por sumar el procedimiento de vitrificación al tratamiento de fertilización asistida tuvo otro motivo.
«Los tratamientos de estimulación con gonadotrofinas [que se emplean para obtener los óvulos para un posterior tratamiento de fertilización] disminuyen las tasas de implantación», explicó Neuspiller.
Así, al posponer la implantación de los óvulos obtenidos y luego fecundados in vitro hasta ciclos ovulatorios posteriores, es posible obtener mejores tasas de éxito.
Doce años en carrera
Abayubá y Graciela son uruguayos, pero desde hace 16 años viven en la Argentina. Directores de la Escuela Argentina de Triatlón, estos vecinos de Belgrano dedican su vida cotidiana al deporte. A Graciela, que en febrero de este año ganó en su categoría el Triatlón de Gualeguaychú, le costó bastante conciliar su pasión por el deporte con la búsqueda de un hijo.
«No podés hacer las dos cosas simultáneamente, por eso cuando me preparaba para hacer un nuevo tratamiento, tenía que dejar de entrenar», contó Graciela, que en los 12 años que buscó ser madre perdió cinco embarazos. «Cada vez que fracasaba un tratamiento cambiábamos de ambiente, volver a lo nuestro, a nuestro trabajo, para después volver a empezar», agregó Abayubá.
En estos doce años, recurrieron a tratamientos de fertilización asistida de baja y alta complejidad, cambiaron muchas veces de médico, y siguieron adelante siempre con la incógnita de cuál era el verdadero obstáculo que les impedía ser padres, ya que nadie logró determinar cuál es la causa de sus problemas de fertilidad.
A fines del año pasado, un hecho doloroso e inesperado aceleró la búsqueda. «A mi madre le diagnosticaron cáncer, y le dijeron que no viviría más de 6 meses a un año -dijo Abayubá-. Entonces decidimos apurar. Nos contaron que estaba por llegar al país la posibilidad de la vitrificación, pero la llegada se demoraba.»
En febrero de este año, finalmente, Graciela fue sometida a tratamientos de estimulación ovárica. Se obtuvieron siete óvulos, que luego fueron vitrificados. En marzo, tras ser descongelados, los óvulos fueron sometidos a tratamientos de fertilización asistida, con los que se obtuvieron cinco embriones; tres de ellos fueron transferidos al útero de Graciela.
Tras un embarazo agitado, que incluyo una intervención quirúrgica y reposo prolongado, el 6 de noviembre, a las 22.55, en el Hospital Italiano de Buenos Aires, nació Didier.
Contra todo pronóstico
Contra todos los pronósticos, Dilma, la mamá de Abayubá pudo estar presente en el parto. Tras varios tratamientos oncológicos, Dilma logró superar la expectativa de sus médicos y hoy se encuentra bien. Ella es partera y asistió el parto de Graciela.
«La única esperanza que teníamos inicialmente era que mi mamá llegara al parto, pero no sólo llegó, sino que incluso lo asistió como obstétrica -dijo Abayubá-. Hoy tengo a mi hijo, que es todo, pero también tengo a mi madre en la que el cáncer está indetectable.»
Didier, aseguraron, ya les cambió la vida. «El sábado ya puedo volver a correr -contó Graciela-, pero por ahora no me dan ganas, ya que estoy amamantando a Didier, y para salir a correr tendría que dejarlo varias horas.»
El cambio de vida no los desalienta, todo lo contrario. Quedan dos embriones vitrificados, y Graciela y Abayubá tienen planeado buscar con ellos un hermano para Didier.
«No en lo inmediato, pero yo ya tengo 44 años, con lo cual no vamos a esperar mucho tiempo», dijo Graciela, mientras acunaba a Didier, que tras haber sido amamantado dormía tranquilo en sus brazos.
Fuente: Sebastian A. Ríos / La Nación
2 Comentarios
quiero ser donante para su clinica si quieren comuniquensen con migo mi cel es 1555999838
me parece espectacular los avances de la ciencia sobres todo p cumplir un sueño tan ansiado