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La primera ley de reproducción asistida española cumple 30 años

Hace 40 años que los ginecólogos Patrick Steptoe y Robert Edwars añadieron el segundo nombre de Joy [Alegría] a la pequeña Louise Brown. Acababa de nacer por cesárea en un hospital de Reino Unido la que se convirtió, entre el asombro científico y social y las iniciales dudas bioéticas y legales, en la primera niña probeta del mundo.

Su historia devolvió la esperanza de concebir a miles de mujeres que, como la madre de Louise, acumulaban años de intentos fallidos y embarazos imposibles. Pero también abrió la puerta a un cambio que dista con creces de ser estrictamente médico y que se ha convertido en un verdadero fenómeno sociológico que afronta, cuarenta años y una auténtica revolución científica y técnica después, muchos vacíos legales y sinsentidos aún por resolver en la legislación española, que cumple este mes 30 años.

Con más de medio millón de niños nacidos al año por fecundación in vitro (FIV) e inyección intracitoplasmática de espermatozoides (ISCI), las técnicas de reproducción asistida han dejado de ser el recurso de última opción para graves problemas de infertilidad que sufre aproximadamente el 15% de las parejas a ser una opción por elección vital. No en vano, el 3 por ciento de los nacimientos en España son cada año ya de niños concebidos con técnicas de reproducción humana asistida.

De la mano de los bancos de semen y de la legislación sobre donación se ha dado respuesta (no en todos los países) a la demanda creciente de colectivos como parejas de lesbianas y mujeres solas que optan por ser madres sin una pareja masculina a su lado y que representan ya el 4 por ciento de las usuarias de técnicas de reproducción asistida.

Y de la mano de la generalización de las técnicas de criopreservación de óvulos y de embriones, nacidas inicialmente para conservar la opción a maternidad en pacientes que debían ser sometidas a ciertos tratamientos agresivos y deseaban ser madres en el futuro, se ha producido un auténtico cambio social que ha permitido dar respuesta a la maternidad tardía (e incluso ser causa también en buena medida).

 

Las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE) ilustran bien esta tendencia a la maternidad tardía: si en 1988 (año de la primera ley de reproducción asistida española) la edad media de la madre al tener su primer hijo era de 26,1 años, en 2017 es ya de 30,9. Para el conjunto de hijos de cada mujer la edad ha saltado de los 28,5 años en 1988 a 32 en 2017. De hecho, si hace dos décadas sólo el 1 por ciento de los niños nacían de madres de más de 40 años, actualmente esa cifra es ya en España del 4,2 por ciento.

Más informacion en: https://www.diariomedico.com/salud/reproduccion-asistida-de-terapia-a-eleccion-social.html

 

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