El número de mujeres que tienen hijos a partir de los 45 años crece un 171% en una década
La maternidad tardía es una realidad que crece. El número de mujeres que han sido madres con 45 años ha crecido un 171% en una década teniendo en cuenta que aunque no está establecido por ley las clínicas privadas de reproducción asistida sitúan en torno a los 50 años la edad límite para acceder a un tratamiento. El mismo concepto de tardía ha ido cambiando, y si hasta hace poco se entendía en torno a los 40 ahora muda hacia los 45. Se cruzan aquí múltiples debates y perspectivas, desde la óptica médica, sociológica o emocional, con defensores y detractores.
Hemos cambiado nuestra forma de reproducirnos, señala Julio Pérez Díaz, demógrafo y sociólogo investigador de CSIC: antes se tenían muchos hijos pero vivían menos. Hoy se tienen de una forma muy responsable, los cuidamos más y esto no puede hacerse pronto y sin recursos económicos, señala. Por eso asegura que cuando oye hablar de ética con respecto a este debate se le levantan todas las sospechas. “Este es un tema de amor y cariño, y con una maternidad o paternidad tardía se pueden cumplir perfectamente estos requisitos”. Dentro de la comunidad médica (véase la información adjunta), las opiniones no son tan favorables y se recuerdan las complicaciones tanto para lograr el embarazo como para la salud de la mujer.
En su línea de análisis, el demógrafo del CSIC recuerda que los ciclos de la vida se han alargado tremendamente. Antes se dejaba de ser joven muy pronto, hoy no se es viejo a los 60, las franjas se han estirado y la maternidad es un reflejo de esta realidad. “Creo que vamos a dejar los ciclos de vida estándar”, comenta.
Si los ciclos de la vida se ensanchan, el curso de la vida en nuestra sociedad es estrecho y rígido, explica Elena Corrochano, profesora de Antropología Social (Uned). La educación dura muchos años en un país en el que no hay posibilidades económicas de tener un hijo mientras se estudia. La estabilización laboral –si se logra– también es larga y la flexibilidad brilla por su ausencia. Corrochano, investigadora en el proyecto I+D Familias Tardías, enfatiza que hay que hablar también de la edad del padre, una cuestión invisibilizada a la hora de hablar del futuro y, también, de la merma de la fertilidad.
Este rígido curso de la vida es una de las causas del paulatino retraso de la maternidad. Según las conclusiones del proyecto de investigación –centrado en madres primíparas–, las mujeres que optan por este camino tienen normalmente un alto grado de cualificación académica y buenos puestos de trabajo. Es decir, han dedicado tiempo a la educación y a la inmersión laboral, sin olvidar que un tratamiento de reproducción asistida es caro (sobre los 4.000 euros una fecundación in vitro, y sobre los 7.000 si es con óvulos donados).
La maternidad y la paternidad tardía también debe vincularse a la formación de nuevas parejas tras una ruptura en una sociedad en la que el hijo enfatiza la unión. Pero sin olvidar que cada vida es un mundo y que las ventanas de oportunidad se abren cuando se puede.
Meritxell ha abierto más de una. Con 49 años, tiene un hijo de siete y una pequeña de uno. Dice que haciendo un análisis frío le hubiera gustado ser madre antes pero conoció a su pareja –siete años menor que ella– con 38 y la vida no es una hoja de cálculo. Daniel nació de un embarazo natural y después se plantearon que tuviese un hermano. Tras unos cuantos tratamientos de reproducción asistida Meritxell estaba por tirar la toalla, el tiempo pasaba, cada ciclo suponía un desgaste emocional y económico y ella ya estaba feliz con Daniel. “Mi marido, que es alemán, insistió y al final aquí está Mia, que es una luz y yo estoy encantada de la vida”.
Evidentemente, se ha planteado la gran diferencia generacional, se preocupa al pensar que ella tendrá 70 años cuando su hija tenga 20, admite que le cuesta más recuperarse de algunos esfuerzos y que ser madre supone un “parón” en muchos aspectos de la vida. “Pero es un regalo, disfruto de la vida y animaría a quien quiera ser madre a que lo haga”, dice.
Los avances en las técnicas de reproducción asistida (TRA) liberan a las mujeres (hasta un cierto punto) de la dictadura del reloj biológico. Se habla aquí de maternidad tardía dentro del consenso no escrito en torno a los 50 años que se han dado las principales clínicas privadas, no de singulares casos extremos. Libera del reloj biológico, señala Elena Corrochano, pero en cierta manera se está haciendo el juego al sistema, aceptando estos cursos de vida rígidos cuando se tendría que luchar para que éstos sean más flexibles.
Son mujeres empoderadas, que se sienten con la capacidad de hacerlo, prosigue la investigadora. Rompen con la norma de la edad pero en cambio late también un cierto mandato social de idealización de la maternidad.
Corrochano considera que a la hora de analizar la capacidad de estas madres (y padres) para cuidar a sus hijos la edad no es ningún factor determinante. Un debate absurdo si se tiene en cuenta que la sociedad admite a abuelos canguro con varios nietos a cargo durante ocho horas al día. En cambio, las familias tardías tienen unas rutinas y costumbres más rígidas que cuesta más cambiar con la llegada de un recién nacido. Asimismo, las mujeres –sobre las que siguen recayendo todos los papeles– se puede encontrar que están cuidando a un niño pequeño, y a la vez a sus padres.
Sin comentarios