Maternidad

El embarazo deja huella en el cerebro

Sabías que se puede saber si una mujer ha sido madre a través de una resonancia magnética? El embarazo modifica nuestro cerebro, y lo hace para bien: los científicos han descubierto que la maternidad estimula la inteligencia y mejora las habilidades sensoriales.

Superpoderes de madre

El cerebro es el único órgano que nunca deja de formarse. Todo lo que vivimos o hacemos va dejando huella en él, forjando así el carácter de cada persona y sus habilidades. El embarazo también le afecta. De ello habla el informe “Comunicación materno-filial: vínculo de apego” elaborado por expertos de la Universidad de Navarra.

La directora del trabajo y catedrática de Bioquímica Natalia López Moratalla nos explica cómo se prepara el cerebro de la madre para cuidar del niño que lleva en su interior.

En los últimos meses de embarazo nuestro cerebro se vuelve más empático

Se ha comprobado que el cerebro disminuye hasta un 7% su tamaño en los últimos meses de gestación, pero no porque funcione a menos rendimiento y eso se traduzca en una pérdida de neuronas. “Lo que sucede es que las terminaciones neuronales se juntan al trabajar más ciertas áreas, aquellas que manejan «el cerebro social», y que procesan la relación con los demás: las emociones, empatía, actitudes…”, comenta la Dra. Moratalla.

Las técnicas de neuroimagen registran cómo se activan las áreas del sistema cognitivoafectivo de recompensa y se silencian las implicadas en el juicio negativo. “De ahí que una madre no sea capaz de reconocer los defectos de su hijo y solo resalte sus buenas cualidades”, añade.

Cristina Silvente, psicóloga perinatal, refuerza esta idea explicando que en el embarazo cambia el centro de atención. “Ahora todo gira en torno al bebé y lo demás parece ser secundario. De hecho, aunque resulte paradójico, algunos autores consideran que los despistes que se suelen achacar al embarazo son precisamente la prueba de una mayor capacidad de concentración de la mujer, que ahora presta más atención a lo que hace o deja de hacer y magnifica la importancia del despiste”.

La americana Katherine Ellison, premiada con un Pulitzer, llega a la misma conclusión en “El cerebro de mamá: cómo la maternidad nos hace más inteligentes”, donde asegura que el estigma de torpeza mental asociado a la maternidad es injusto y falso.

Tanto el embarazo como la maternidad son etapas muy beneficiosas para el funcionamiento cerebral: las habilidades sensoriales mejoran tras el parto y el tamaño de las neuronas aumenta en algunas regiones del cerebro para que la mujer esté más alerta. Criar a un hijo es un gran estímulo.

Cuestión de hormonas

Como ocurre con gran parte de los cambios físicos de la gestación, las grandes culpables de este vaivén psicológico son también las hormonas.

Los primeros meses, los ovarios producen entre 10 y 100 veces más progesterona, lo que corta la fabricación del cortisol, desencadenante del estrés que podría dañar los órganos del feto.

También aumenta la producción de oxitocina, que propicia las relaciones de confianza con los demás. Se almacena en el cerebro y empieza a liberarse a partir del quinto mes de gestación gracias al contacto físico (desde que la madre nota las patadas del feto), con el parto (para disminuir el dolor de forma natural) y con la lactancia y el contacto piel con piel con el bebé, fomentando así el vínculo de apego madre-hijo.

Sentidos alerta

Los sentidos se agudizan con la maternidad, para poder estar más atenta a los hijos. El olfato y el oído se vuelven más finos: las madres suelen reconocer el llanto de su bebé entre otros muchos.

También aumenta la capacidad visual, a fin de preservar al pequeño de potenciales peligros.

Pero, sin duda, es la parte del córtex cerebral dedicada al tacto la que sufre una mayor transformación. Cuando una madre toca a un bebé y este la toca a ella, recibe información muy sutil pero muy poderosa sobre cómo es su hijo, qué siente y cómo es su relación con él. Y esto tiene efecto a nivel cerebral. Es más, estos cambios comienzan a percibirse ya en el embarazo, cada vez que siente los movimientos del feto, se toca la barriga y habla con él transmitiéndole su amor.

Ser madre o padre te cambia

Estos primeros contactos madre-hijo refuerzan el vínculo entre los dos, y esto queda grabado en el cerebro. Como nuestras vivencias se almacenan en él, los embarazos se memorizan, de forma que por medio de una resonancia magnética se puede saber si una mujer ha sido madre.

Esta modificación cerebral también se produce en los papás, aunque de distinta forma. Ellos también desarrollan el cerebro social desde que perciben las patadas de su hijo o al ver una ecografía, pero sobre todo a partir de su nacimiento, a través del contacto físico. Cada vez que un padre baña a su hijo, le coge o le da el biberón desarrolla un vínculo cognitivo-emocional similar al de la madre, ya que fabrica oxitocina y baja su nivel de testosterona, la hormona de las energías masculinas.

Fuente: serPadres.es

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