BABY BOOM
El concepto «Baby Boom» o explosión de natalidad suele aplicarse de forma genérica a la situación que se produce históricamente tras un periodo bélico prolongado que moviliza a la juventud masculina en los frentes de batalla, separándola de sus parejas que quedan en retaguardia. Esa forma de guerra dejó de ser característica de los conflictos bélicos a partir de la Guerra Fría, con lo que en la actualidad no se aplica del mismo modo, sino más bien a rebrotes puntuales de la natalidad debidos a otras causas (superación de crisis económicas por ejemplo).
La reproducción asistida también nota la crisis; no tanto porque se disponga de menos recursos económicos para acceder a los tratamientos, sino por una disminución en el deseo de tener hijos.
Por ello, una mejora de la situación podría desembocar en un «boom» en la demanda de estos servicios.
Esta es, al menos, la percepción que se tiene en el sector. Prestigiosos expertos analizan los temas que presentan mayor controversia sobre tratamientos e investigación en reproducción humana asistida.
El nacimiento en 1968 de Louise Brown, la primera «niña probeta», marcó el primer «hito» en este campo, porque supuso «la posibilidad de comprobar que un sueño era posible», aunque aún se trataba de «un sueño poco eficiente».
Tres décadas después los tratamientos han ganado en eficacia y en seguridad y comodidad para la paciente.
También ha cambiado la población a la que van dirigidos. Hace treinta años se trataban patologías (trompas obstruidas, anovulación, endometriosis, etc). Hoy, en un 80 % de los casos se dirigen a «luchar contra la fisiología femenina», es decir, el reloj biológico.
El retraso en el acceso a la primera maternidad (por encima de 32 años), significa que la mujer empieza a buscar el primer hijo «en un momento en que la eficiencia reproductiva no es tan buena».
A este respecto, el doctor Bruna llama la atención sobre el hecho de que una mujer de más de 40 años puede tener la regla, pero ya no ovular o tener óvulos de muy mala calidad, lo que influye de manera rotunda en su fertilidad.
Esta circunstancia genera «un problema serio» en el inconsciente de las mujeres. Su esperanza de vida supera los 80 años, lo que hace que «el chasis esté fenomenal, pero el motor de los ovarios es el mismo que el de Atapuerca», señala este experto.
Ello hace que las unidades de reproducción «estén llenas» de féminas de más de 37 años.
Y estas mujeres deben saber, según el doctor Bruna, que la reproducción asistida no mejora los resultados fisiológicos; es decir, si una mujer de 42 años tiene, en el mejor de los casos, un 15 % de posibilidades de embarazo natural, el tratamiento lo único que hace es llegar a ese porcentaje; no va a superarlo.
La reproducción asistida «no es el bálsamo de Fierabrás (poción mágica capaz de curar todas las dolencias del cuerpo humano que forma parte de las leyendas del ciclo carolingio) que todo lo cura».
Querer retrasar la maternidad es legítimo. Y hay soluciones para lograrlo, como la vitrificación ovocitaria (guardar los óvulos).
Esta técnica hecha de manera preventiva en una edad en que la fertilidad sea «óptima» (antes de los 35 años) permite, «aunque no con total seguridad», ser madre con óvulos propios a una edad más avanzada.
Todavía en España el número de mujeres que preservan sus óvulos es escaso, lo que el doctor atribuye a una falta de información o divulgación.
Principalmente optan mujeres jóvenes sometidas a tratamientos oncológicos que quieren preservar su fertilidad y, en menor medida, mujeres sanas, aunque la «dinámica social» indica que a medio plazo (en cinco o diez años) éstas experimentarán un incremento.
No obstante, el doctor Bruna alerta de que se puede producir «una nueva discriminación social», ya que el tratamiento solo es accesible a aquellas que puedan pagarlo (entre 2.000 y 3.000 euros). «Y esto no nos gusta».
Además, para algunos sectores puede acarrear también problemas éticos. «De alguna manera, se trata de paliar mediante una estrategia médica lo que se puede conseguir de forma natural».
Así, para este especialista «es un avance, pero también un retroceso, en el sentido de que estamos buscando soluciones un tanto ortopédicas a algo que en condiciones normales se puede producir de forma sencilla».
Para este experto, el horizonte de la reproducción asistida es «inmenso», porque a medida que se van teniendo menos hijos se quiere que sean más sanos. Y aquí la genética va a jugar un papel importante.
También el futuro pasa por obtener mejores resultados mediante tratamientos cada vez más individualizados.
Fuente: lavanguardia.com
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